domingo, 12 de mayo de 2013

El abandono

La simple palabra "abandono" tiene muy mala prensa. Pensamos en dramas, lágrimas, llantos desaforados, gestos excesivos o contenidos.
Pensamos en abandono y se nos viene a la cabeza la imagen de "Él nunca lo haría"...el perrito con cara de pena en medio de una carretera solitaria pidiendo ayuda con su mirada perdida.
Hablamos de "abandono" y algo se nos rasga por dentro (y no precisamente las vestiduras)...nos enfrentamos al dolor, a la desazón, a la soledad absoluta, a la pérdida de ese ser que era querido y que, de repente, pasa a ser el más odiado del planeta precisamente por eso...por abandonarnos. Abandono también es lo que hace el que se va para siempre, el que deja de luchar contra una enfermedad porque ya no le dan las fuerzas y se rinde. "Me ha abandonado", decimos...."me ha dejado", nos lamentamos.
El abandono es feo, es malo, es perverso, es nuestro enemigo.
¿Pero por qué no pensamos en "abandonarnos"? Es otro tipo de abandono... el que sentimos desde dentro, el que nos permite, en un proceso lento y pausado dejar una parte de nosotros (un mundo real) para ingresar en una realidad paralera, un mundo alternativo, una situación placentera.
En ese abandono podemos cerrar los ojos y dejarnos llevar, hacer, manipular, acariciar, arañar, morder...todo es válido, todo es legal, todo es justo...todo es abandono. Nadie llora a nadie, nadie se despega de nadie, ni nadie quiere sacar los ojos de un posible culpable. El abandono al que me refiero aquí no lastra, no provoca traumas, no cargamos con él el resto de nuestras vidas.
Es una situación puntual en la que dejas de ser tú para ser tu "alter ego", tu yo más salvaje, más animal, más personal. Una situación en la que, cuando abres los ojos , sientes que un trozo de tu vida ha pasado por delante de ti sin haber sido consciente y sin haber querido serlo. Abandonas ese mundo real para acceder a un mundo alternativo breve e intenso del que sales invicta y poderosa. Brava. Mujer.
Y ese abandono no da miedo, ni tristeza. Ese abandono es presagio de muchos más. En ese abandono sí queremos abandonarnos. Y perdernos.
Y no encontrarnos.