martes, 25 de octubre de 2011

Mirando hacia atrás sin ira

Haciendo uso del título de Osborne "Look back in anger"ahora, cuando ya tengo unos años que me permiten mirar atrás con algo de perspectiva me planteo si lo hago con ira, con agrado, con dulzura o con rencor. Y siento que en líneas generales le tengo cariño. Me gusta más el presente, desde luego y adoro el futuro, por lo que tiene de novedad y reto. Pero me asombra ver que el pasado, mi pasado tantas veces denostado por mi, vuelve de forma amable en forma de recuerdos dulces, de infancia feliz, de adolescencia revolucionaria pero sólida, de primera madurez sensata....Y ahora resumo lo que llevo vivido hasta ahora como una vida feliz, con sus tropiezos, sus pérdidas castrantes, sus desasosiegos, pero siempre de la mano de personas que me han ido enseñando el camino correcto, el sendero limpio, la ruta correcta.
La ira, esa que reprimo en mi vida diaria, no conforma mi pasado ni creo que forme parte de mi futuro. Como mucho, acepto una pequeña reprimenda por lo que me quitó y, me temo, me seguirá quitando.
Pero, a día, de hoy, miro hacia atrás con muchas ganas de mirar hacia delante.

lunes, 24 de octubre de 2011

Ya son muchas para contar...seis

Entro en una librería a comprar algo más de Marta Rivera de la Cruz. No voy a una gran superficie. Me gustan las librerías en las que, antes al menos, hablabas con el librero/a,  comentabas un libro, preguntabas por otro, pedías consejo y pasabas el rato. Entro en la librería, digo, y pregunto por varios libros de esta autora. Me he enamorado de "La vida después" y quiero seguir leyendo cosas de ella. El librero se pone delante del ordenador ("mal", pienso. "Quizá debería saber de memoria lo que le estoy pidiendo") Pero intento no ser tan crítica y entiendo que son demasiados libros para conocerlos todos. No me mira, sólo busca. Como un autómata me dice tres títulos. Le digo que sí, que los quiero los tres y, sin decirme nada, avanza hacia una estantería delante de la que se sitúa en cuclillas, tardando un rato en encontrarlos. Yo detrás, busco también. Encuentra uno..:"Tome"....encuentra el segundo. "Este es el otro" y encuentra el tercero..:"El que faltaba". Y allí me quedo yo, con los tres en la mano y cara de pánfila. ¿Ya? Pienso...¿ya me tengo que ir? ¿Qué hago si no con esos tres libros en la mano...esperar que el librero me pregunte si me gusta la autora, me recomiende un cuarto título o incluso me recomiende a una prima hermana por parte de padre que escribe con su mismo estilo?
No, me voy. Pago religiosamente (pero blasfemando) y me voy con mis libros en una bolsa con publicidad de la librería. ¡Qué sensación de frialdad, de soledad y de tristeza!

Eso sí...mi venganza ha sido "terrible". Al salir de la tienda, he sacado los libros de la bolsa y he tirado ésta al contenedor de los plásticos. ¡¡Publicidad te va a hacer tu tía!! Y si no, la próxima vez, compórtate como un librero de verdad....y siente lo que vendes.

jueves, 20 de octubre de 2011

Quinta

Leo, contenta pero suspicaz, el fin de la banda terrorista ETA. No me he fiado de nada de lo que han dicho en los últimos años y  no sé por qué debería hacerlo ahora; pero el simple hecho de leer el titular de la noticia me hace recordar el atentado de Vallecas, el de Hipercor, el de Callao...y muchos otros en toda la geografía española, por supuesto, pero los arriba citados me llegaron aún más por ser en mi Madrid.
Viviendo en la calle que desembocaba directamente en el Hospital Militar, no había atentado en la zona de viviendas militares de Virgen del Puerto cuyas ambulancias no pasaran por delante de mi casa. Incluso hubo un día que escuchamos la explosión. Pero te quedabas como si nada. "Otro atentado", "Qué asesinos", "Si les pusieran las bombas a ellos"...bla...bla...bla..
Muchas mañanas, cuando ponías la radio y te enterabas de un nuevo atentado , dependiendo de la zona, llamabas a la prima Coral, al tío Paco, al tío Rafa y les preguntabas si estaban bien, si no les había pillado llegando al trabajo. El día de la bomba en Telefónica (C/Rios Rosas), en el edificio colindante con la vivienda del hermano de mi padre, sólo nos quedamos tranquilos cuando él mismo nos llamó.
Angustia, dolor, llanto general ese día.
Rutina, desidia al siguiente.
Hoy dicen que ya  no van a matar más. Yo añado..."que ya hemos matado bastante".
En vuestras conciencias quede. En la mía, seguiréis siendo siempre lo que siempre habéis sido. Unos asesinos.

sábado, 15 de octubre de 2011

Y la cuarta

Siempre he creído que los extremos se tocan. Gente que, en apariencia no tiene nada que ver, terminan siendo grandes amigos, grandes amores o grandes socios. Supongo que buscas "en el otro u otra" lo que te falta, lo que te llena, te complementa, te asombra y, sobre todo, buscas lo que admiras y no tienes. En el fondo, todo esto no deja de ser un puzzle. Y nosotros somos las piezas. El marco del puzzle lo delimitan las personas más tímidas, más aisladas o solitarias...les falta un lado de contacto con el mundo exterior. El centro del puzzle está formado por los abiertos, los excéntricos o los más sociables. Pero todos, unos y otros, con un objetivo común...encajar con la pieza de al lado; encajar a la primera, sin tener que forzarla; sin tener que, como yo de pequeña, recortar un saliente del puzzle para hacer trampa. Porque eso  no conduce a nada, la pieza seguirá sin encajar, el tono del azul no será el mismo, o la sombra delatará el truco. Como nosotros.
Sin embargo, cuando las piezas encajan a la primera, el puzzle queda soberbio. Es lo que todos buscamos, ¿no? Que aunque nos encontremos con extremos, las piezas de nuestros puzzles personales encuentren acomodo en sus huequecitos.
¡¡Y qué bien se está ahí!!

lunes, 3 de octubre de 2011

Y tercera gatada. Ya son tres

"Tres eran tres las hijas de Elena, tres eran tres y ninguna era buena". Esta canción popular era uno de los "chascarrillos" de mi madre cuando surgía en un momento determinado el susodicho número.
Igual que cuando a cualquiera de sus dos lechoncillos les picaba la nariz, ella espetaba: "Señal de borrica florentina" o, cuando el día de nuestro cumpleaños decía aquello de: "Diez (u once, o doce, o los que fueran) cerditos podía tener ya"...cosa que siempre nos dejó el mal sabor de boca de, por un lado no haber hecho felices a nuestra madre por haber nacido humanos y la sensación sempiterna de que mamá, sin duda alguna, hubiera preferido tener dos marranetes (bueno, un "marianete", sí que tuvo).
Frases, sentencias, refranes y dichos que, de repente y de un tiempo a esta parte, aparecen como por arte de magia en nuestra memoria. Y que acercan al presente a los del pasado. Será que nos hacemos mayores. O será que nunca dejaremos de tenerles en nuestro pensamiento.

domingo, 2 de octubre de 2011

Segunda gatada

Domingo 8.30 de la mañana. Duermen todos. Apenas se oye algún pajarraco con su obstinado "uh, uh, uh" y un coche a lo lejos. Me encanta esta hora, y antes incluso, de este día de la semana. Te sientes reina de un silencio que rompo de forma tiránica con los clicks monótonos del teclado, "tikitik titikat, tikitik, tikitak". Sólo el zumbido del ordenador perturba esta mañana de octubre. Otoño, tan odiado siempre, es ahora sólo un mes más del calendario. Atrás quedaron pajarracos inmundos que graznaban todas las mañanas, y todas las noches y mediodías. No es que ahora no graznen pero, cuando los oigo, les descerrajo un par de olvidos.
Quiero el frío ya. El calor ya lo ponemos nosotros.

sábado, 1 de octubre de 2011

Primera gatada

Soy gata...de Madrid, del "foro"; hija de uno de Chamberí y una de Argüelles y hermana de un gato de García de Paredes. He ido a las fiesta de La Paloma (aunque nunca me pasaron por el manto) y he tomado cañas en las fiestas de San Lorenzo y San Cayetano. Me enamoré en las Vistillas y me dieron calabazas en Bailén. Mi primer recuerdo de la puerta del Sol fue con pocos años, de la mano de mis padres...boquiabierta ante la botella de Tío Pepe con sombrero. La Plaza Mayor fue testigo de mi primer día de vacaciones de Navidad  y alguna vez cayó un bocadillo de calamares. Fui asidua de Las Ventas para ver a Sabina y Mecano pero nunca vi un toro. Corrí por la Casa de Campo y me asusté con los mandriles del zoo para reír después a mandíbula batiente en mi parque de Atracciones preferido.
Viajé y sigo haciéndolo. Pero en un viaje virtual conocí al que ahora me da la mano y aguanta "mis gatadas".
Trasladé mi lugar de residencia y mi amor al sur, al ladito del Guadalquivir. Aquí veo la Giralda y María Luisa. Me refresco en Santa Cruz y me pierdo por la calle Castilla o el Postigo. Pero no pierdo la esencia de esa gata madrileña que a veces maúlla nostálgica desde los alcores del Aljarafe pero que es feliz recordando en la distancia sus raíces.