sábado, 15 de octubre de 2011

Y la cuarta

Siempre he creído que los extremos se tocan. Gente que, en apariencia no tiene nada que ver, terminan siendo grandes amigos, grandes amores o grandes socios. Supongo que buscas "en el otro u otra" lo que te falta, lo que te llena, te complementa, te asombra y, sobre todo, buscas lo que admiras y no tienes. En el fondo, todo esto no deja de ser un puzzle. Y nosotros somos las piezas. El marco del puzzle lo delimitan las personas más tímidas, más aisladas o solitarias...les falta un lado de contacto con el mundo exterior. El centro del puzzle está formado por los abiertos, los excéntricos o los más sociables. Pero todos, unos y otros, con un objetivo común...encajar con la pieza de al lado; encajar a la primera, sin tener que forzarla; sin tener que, como yo de pequeña, recortar un saliente del puzzle para hacer trampa. Porque eso  no conduce a nada, la pieza seguirá sin encajar, el tono del azul no será el mismo, o la sombra delatará el truco. Como nosotros.
Sin embargo, cuando las piezas encajan a la primera, el puzzle queda soberbio. Es lo que todos buscamos, ¿no? Que aunque nos encontremos con extremos, las piezas de nuestros puzzles personales encuentren acomodo en sus huequecitos.
¡¡Y qué bien se está ahí!!

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