sábado, 14 de abril de 2012

Viajes

Hay viajes que te emocionan, que te cansan y te agotan, viajes de los que vienes con más fotos que recuerdos y más maletas que vivencias. Viajes que trastocan tu mundo y te invitan a cambiar de vida; viajes que suponen un punto de inflexión, que te hacen descubrir que hay mucho más allá o, incluso, que hay más allá que aquí.
Y luego están los viajes como del que acabo de "aterrizar" una semana después, con "jet lag" sin haber cogido avión. Un viaje que ha servido para acercarme a mi tierra, tan lejos de aquí y de donde he estado también pero una tierra que sigue siendo mía por mucho que los volantes y la Giralda sean mi preciado día a día. La similitud de mi destino con Madrid ha sido mi gran sorpresa... el color del cielo nublado, la sensación térmica, el asfalto, los bares, utensilios del día a día que hacía tiempo no veía, el acento, las gentes, la supuesta "frialdad" comparada con la supuesta "calidez" del sur.....
Día a día, ha ido creciendo en mi la nostalgia, la morriña tan gallega, en este caso madrileña. Compartir con otra nostálgica esta sensación me ha hecho reafirmarme en mis convicciones, un poco olvidadas ultimamente. Soy una gata en la Giralda, sí. Gateo por el sur y soy feliz. Pero un viaje del que traigo pocas fotos y muchos recuerdos, vivencias, sensaciones, emociones y algún kilo de más  me ha recordado lo básico. Soy de Madrid.

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