sábado, 17 de diciembre de 2011

Caminos entrecruzados

Él llegó y ella se fue. Se entrecruzaron sus caminos; apenas les dio tiempo a mirarse a los ojos, a hacerse un par de caricias, dos besos, un abrazo, un "te quiero" flojito...para no despertarle.
Ella pidió tiempo para conocerle. Sólo quería días, apenas un mes. Y la magia de la vida se lo concedió. Pudo olerle, tocarle, perderse entre sus pliegues de recién nacido; hundir su nariz en una masa llorosa y quejicosa que sólo quería comer.
Él, por su parte, sintió su calor, su dicha y su dulzura. No podrá recordarlo nunca pero se dejó querer, acariciar y mecer ajeno a  los límites que les impuso la vida.
Y ante el adiós ella, seguro, sufrió por no poder mecerlo más.

Él ya tiene 18 años. No recuerda esos ojos, esas caricias, ni esos besos. No recuerda ese "te quiero" flojito, para no despertarle. Pero los que quedamos nos encargamos de recordarle lo que supuso su llegada cuando ella estaba a punto de irse. Y él es consciente de que nos movió, nos removió y tiró de nosotros desde su infinita infancia para que pudiéramos...en un futuro... contarle quién fue ella y lo mucho que le quiso en esos cinco días.

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