Cuando mi madre me dijo que los regalos del día 24 los traía "El niño Jesús", me extrañó. Yo debía tener siete u ocho años y a mis amigas les visitaba todos los años "un extranjero que venía de Laponia-o por ahí" que se llamaba Papá Noel. Pues no, en mi casa venía el niño Jesús y a mi no me parecía mal...mientras cumpliera su misión, es decir, traer regalos.
A los cuatro o cinco años, me empecé a mosquear. ¿Existía la posibilidad de que en un mundo tan preocupado por los derechos humanos se permitiera que un niño recién nacido fuera explotado laboralmente el día justo de su nacimiento? Si era así, ¿dónde había quedado la decencia, el decoro y las buenas costumbres? Con esa duda metódica, ataqué a la hacedora de mis días que me salió por peteneras con un "el niño Jesús hace milagros y le da tiempo a hacer regalos a todos los niños del mundo porque hace magia"....¡Menudo tipo el niño Jesús...hacía milagros, regalos y magia!..Alguien a tener en cuenta, desde luego.
Y siguieron pasando los años y me enteré de todo. Y fue cuando, supongo, perdí la inocencia y la ingenuidad de la infancia, que no de la madurez (que esa la conservo, thanks God) y miré a mis padres de otra manera e incluso me rebelé contra la sociedad de consumo, el capitalismo y los centros comerciales. Porque todos, todos me habían mentido.
Jamás les perdoné que no me dijeran que el niño Jesús era, realmente, el paje de los Reyes Magos.
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